lunes, 13 de noviembre de 2023

El término Soberanía supera la concepción de Territorio

El Día de la Soberanía Nacional se celebra anualmente el 20 de noviembre, en conmemoración de la Batalla de la Vuelta de Obligado, librada el 20 de noviembre de 1845. La Nación Argentina se encontraba gobernada por Juan Manuel de Rosas, quien al mismo tiempo ejercía como gobernador de la provincia de Buenos Aires.

La obra de Rodolfo Campodónico es una monumental serie de 28 murales de 2 metros de alto por 3,60 de ancho, realizada entre mayo de 1998 y agosto de 1999 y se colocó en la Casa de Gobierno de la Provincia en La Plata, hasta que por su deterioro fueron retirados años después y encomendada la misión de restaurarlos al mismo artista plástico. En el año 2006, y por voluntad de Campodónico, la Provincia cedió las obras a la Municipalidad de Trenque Lauquen. 
Esta conmemoración fue propuesta, junto con la repatriación de los restos de Rosas, por el historiador José María Rosa en 1974 y aprobada por el Congreso de la Nación Argentina el mismo año. Varios años más tarde, el 3 de noviembre de 2010, año del Bicentenario de Argentina, fue promovida a feriado nacional.[1]
Esta Batalla, se produjo en aguas del río Paraná, sobre su margen derecha y al norte de la provincia de Buenos Aires, en un recodo donde el cauce se angosta y gira, conocido como Vuelta de Obligado, en lo que hoy es la localidad de Obligado (partido de San Pedro).
En el año 1811, poco después de la Revolución de Mayo de 1810 (en que Argentina comenzó su proceso de independencia de España), Hipólito Vieytes recorrió la costa del río Paraná buscando un sitio ideal en donde poder montar una defensa contra un hipotético ataque de naves españolas. Para este propósito consideró al recodo de la Vuelta de Obligado como el sitio ideal, por sus altas barrancas y la curva pronunciada que obligaba a las naves a recostarse para pasar por allí. Rosas estaba al tanto de sus anotaciones, y es por ello que decidió preparar las defensas en dicho sitio.[2]
El 20 de noviembre de 1845, 40 buques mercantes y 20 de guerra intentan navegar por la fuerza el río Paraná.




Rosas había hecho colocar una cadena (hoy puede verse el monumento en la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro) de orilla a orilla simbolizando la prohibición de navegar un río interno.
Sobre las márgenes se colocaron troncos pintados de negro simulando cañones.
El enfrentamiento se produce en la Vuelta de Obligado. La lucha fue muy desigual, los anglo franceses lograron navegar río arriba pero llegaron tan destrozados y se ofreció tal resistencia, que el regreso fue más penoso aún.
La epopeya del combate de la Vuelta de Obligado y el resto de los lugares donde la armada invasora fue atacada estuvo a cargo de improvisadas fuerzas populares impulsadas por el patriotismo y el orgullo, ya que las mejores tropas, las más experimentadas y mejor armadas, permanecieron en el sitio a Montevideo a las órdenes del general Oribe cumpliendo con el objetivo de Juan Manuel de Rosas de rescatar la Banda Oriental para nuestro territorio.
Fueron criollos, gauchos, indios y mulatos, armados con anticuados cañoncitos que dispararon las pocas balas con que se contaba. Pero no fueron sólo hombres los que combatieron en la Guerra del Paraná, sino también mujeres.
Mencionaremos a Josefa y María Ruiz Moreno, Rudecinda Porcel, Carolina Suárez, Francisca Nabarro, Faustina Pereira y, sobre todo, Petrona Simonino, quien se destacó por su heroísmo y sus condiciones de liderazgo. Era nacida en San Nicolás en el año 1811, casada con Juan de Dios Silva, rico hacendado de la zona, quien también intervino en la guerra como improvisado artillero. Ellas, no sólo se ocuparon de los heridos y de abastecer de pólvora y alimentos a los combatientes, sino que también tomaron las armas cuando sus esposos o hijos caían en Obligado, en Punta Quebracho, en Ramallo, en San Lorenzo, en Tonelero, en todos los puntos de la costa del Paraná.[3]
Como consecuencia de la heroica defensa del territorio argentino,  Inglaterra y Francia firmaron con la Confederación Argentina un tratado de paz por el cual se reconocía el derecho argentino sobre los ríos internos, el derecho a resolver sus asuntos con otros países sin intervención de la Inglaterra o la Francia y éstas, las dos primeras potencias del mundo de la época, saludaron al pabellón nacional con 21 cañonazos como símbolo de respeto, y resarcimiento por la ofensa realizada a nuestra patria.[4]
La «soberanía» supera la concepción del territorio, de un significado único e inequívoco. No es algo que heredamos y que esté cerrado: es una construcción que hacemos entre todos, todo el tiempo, desde lugares diferentes.[5]