A través del "proceso de
socialización", l@s alumn@s asimilan y hacen suyos los elementos culturales y
sociales que favorecen y garantizan la adaptación e integración en cada
comunidad.
Seguro que conoces gente que vive
en tu ciudad aunque nació en otro país o su familia vivía allá, o conoces
personas de otros países o has viajado por el mundo. Cuando llegas a otro país
te interesas por las costumbres propias de las personas. No quieres hacer nada
que pueda molestar, por eso preguntas cómo tienes que saludar, cómo preguntar o
acercarte a la gente.
En algunos países es demasiado
brusco decir 'no'. En otros, a la gente le molesta que te aproximes mucho y
hasta que la toques. Hace poco tiempo, leíamos una noticia en la que la canciller
alemana, Ángela Merkel, enviaba una carta de queja a la embajada germana en
Francia manifestando que se sentía incomoda con las múltiples muestras de
cariño del presidente francés Nicolas Sarkozy.
En la carta Merkel deja claro que le sienta muy mal que Sarkozy le ponga la mano en la espalda o la agite con vigor cuando le habla algo habitual al presidente galo. En la noticia se decía que parece que estas muestras de afecto no son entendidas por la cultura germana. Todas estas cosas son aprendizajes culturales que vamos incorporando y que las personas que se han educado en esa cultura han aprendido desde la infancia.
Lo mismo ocurre entre la forma de relacionarnos entre mujeres y hombres. Es un aprendizaje de socialización.
En la carta Merkel deja claro que le sienta muy mal que Sarkozy le ponga la mano en la espalda o la agite con vigor cuando le habla algo habitual al presidente galo. En la noticia se decía que parece que estas muestras de afecto no son entendidas por la cultura germana. Todas estas cosas son aprendizajes culturales que vamos incorporando y que las personas que se han educado en esa cultura han aprendido desde la infancia.
Lo mismo ocurre entre la forma de relacionarnos entre mujeres y hombres. Es un aprendizaje de socialización.
Por ejemplo, a mediados del siglo
XX, en España se percibía como correcto que una mujer pidiese permiso al marido
para trabajar y eran pocas los que lo cuestionaban. Hoy, afortunadamente, no es
así, pero sí se considera normal que una mujer renuncie a una mejora
profesional que exija más dedicación horaria por cuidar a sus hijos/as y suele
considerarse excepcional que el hombre haga lo mismo.
Son mensajes que están en el
ambiente. Influyen en nuestras elecciones más personales y van configurando la
identidad y las relaciones que mantenemos con otras personas.
Después de la Segunda Guerra
Mundial, se aprueba el documento de mayor consenso de la historia de la
humanidad: La Carta Universal de los Derechos Humanos. En principio iban a
llamarla Derechos del Hombre, pero Eleonor Roosevelt que es conocida solo por ser
la esposa de un presidente de los Estados Unidos, se opuso a ello porque
excluía a las mujeres y consiguió que en su lugar figurara Derechos Humanos.
Eleonor fue elegida Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos en 1946 y
trabajó febrilmente junto con sus compañeras Minerva Bernardino (República
Dominicana), Bertha Lutz (Brasil), Virginia Gildersleeves (EE.UU), y Wu Yi-Tang
(China).
Este célebre cuarteto luchó para
que se reconociera a las mujeres en los contenidos de la Carta y por una mayor
presencia de éstas en cargos políticos dentro de la ONU. Desde entonces, las
mujeres de todo el mundo siguen trabajando por que en todas las políticas e
instituciones se garantice la participación de las mujeres, se reconozca sus
derechos específicos y sus aportes al desarrollo de la humanidad. [1]