Son cosas de las que no
parece que tengamos que hablar en el aula…
pero, entonces, ¿dónde
las aprendemos?
Para lograr que la
igualdad sea real necesitamos
aprender a
relacionarnos desde
el respeto, la libertad y la responsabilidad.
Hoy sabemos que hombres y mujeres
ya no crecen impulsados sólo por su naturaleza y las condiciones del suelo, el
agua y el aire, sino que llegarán a ser de una u otra manera según la educación
que les demos, los ejemplos que vean a su alrededor, la libertad de que
disfruten. La educación es cada día más importante, pero no como molde que
troquele por igual a todas las personas, sino como ámbito de posibilidades
ofrecidas para que cada uno pueda elegir y desarrollar sus capacidades,
sus deseos, sus aportes a la vida común. Pero, como siempre, esta
nueva fase de la humanidad, tiene ventajas y desventajas.[1]
Las ventajas son enormes: ir
conociendo las bases de nuestra cultura, de nuestros hábitos, de nuestros
actos, nos permite ser más libres y también más felices. Para empezar, vivimos más tiempo y lo vivimos organizando nuestra vida
en la manera que nos parece mejor, aunque todavía con muchas limitaciones.
Y un gran número de posibilidades aun no exploradas se abren ante los hombres y
mujeres jóvenes.
Pero siempre hay alguna
desventaja, y en este caso reinventar la vida y usar la libertad exige un cierto esfuerzo: ya nada es seguro al cien
por cien ya no hay verdades eternas. Incluso la ciencia varía sus
explicaciones más elaboradas a medida que avanza.
También muchos hombres se han dado cuenta de que se les encargaba una misión absurda e imposible, la de ser siempre los dominadores, los triunfadores, y que esto está lastimando su vida llevándolos a una muerte prematura. Y muchos hombres se están situando al lado de las mujeres para derribar el muro de prejuicios y abrir para los niños del futuro el paisaje de la libertad, en el que las niñas han comenzado ya a entrar hace unos años. Cómo no es tarea fácil, hay que encontrar métodos para hacerlo, no sea que nos lancemos sin recursos contra un muro demasiado espeso y nos lastimemos.[2]
También muchos hombres se han dado cuenta de que se les encargaba una misión absurda e imposible, la de ser siempre los dominadores, los triunfadores, y que esto está lastimando su vida llevándolos a una muerte prematura. Y muchos hombres se están situando al lado de las mujeres para derribar el muro de prejuicios y abrir para los niños del futuro el paisaje de la libertad, en el que las niñas han comenzado ya a entrar hace unos años. Cómo no es tarea fácil, hay que encontrar métodos para hacerlo, no sea que nos lancemos sin recursos contra un muro demasiado espeso y nos lastimemos.[2]
Diversas leyes han creado las
condiciones del cambio, han hecho posibles los cambios individuales, las
opciones antes vedadas. Pero las leyes no pueden cambiar las mentalidades, y
todavía en nuestras mentalidades quedan demasiados rastros de hábitos antiguos,
de prejuicios negativos que hay que erradicar.
Cambiar las mentalidades es tarea
de conjunto, crear los instrumentos para hacerlo es tarea de quienes han avanzado
ya en este camino y han sistematizado los métodos de cambio, son los
responsables de construir un método fácil, sencillo, casi un juego, para que
podamos analizar lo que pensamos, ponerlo a prueba, modificar nuestros hábitos,
ampliar nuestra libertad.
En definitiva, para que podamos
construirnos y reconstruirnos conscientemente y de acuerdo con nuestros valores
y nuestras necesidades, y que esta tarea no sea complicada y dura.
Aún falta mucho por hacer. La distancia entre la igualdad legal y la
igualdad real sigue siendo abismal. O lo que es lo mismo, aunque las leyes no
permiten la discriminación de las mujeres en ningún ámbito público o privado,
la realidad, que es muy difícil de cambiar, se empeña en lo contrario. Por
ejemplo, las mujeres cobran menos, ocupan los puestos más precarios, se ocupan
mayoritariamente de las labores del hogar, del cuidado y educación de los más
pequeños y de las personas dependientes. Siguen contando con menos
representación en los espacios de dirección política, empresarial, cultural o
científica y su historia sigue sin figurar en los libros de texto. No queremos
aburrir con estadísticas, pero en este caso hacer las sumas y comparar los
números dan una idea muy certera de cómo está la situación. Y es claramente
desigual:
ü las
parejas: ¿sabías que por cada hombre que abandona su puesto de trabajo por
razones familiares, lo hacen 27 mujeres?
ü ¿Y
sabías que el tiempo invertido en el trabajo doméstico por las mujeres es de un
promedio de 5 horas y 59 minutos al día; cuando el de los hombres es de sólo 2
horas y 20 minutos al día.
Pero –se puede pensar- ¡esto no
me afecta a mí! Sin embargo, tod@ s
imaginamos cómo seremos dentro de unos años, con quién compartiremos nuestra
vida, de qué forma organizaremos nuestro tiempo y qué metas conseguiremos. El futuro está en el presente, porque de
alguna forma, todo lo que seremos lo estamos poniendo en práctica hoy. Por
eso, con este aporte proponemos un viaje para aprender a compartir la vida en
igualdad.
Una vida en la que no sólo cabe
el trabajo fuera de casa, sino cosas tan importantes como el amor o la amistad,
el cuidado de los seres que queremos, resolver los conflictos sin violencia, cuidarnos
y cuidar y todas esas cosas importantes que hacen que los días sean mucho más agradables.
El problema es que no siempre
somos realmente conscientes de la herencia que se ha ido transmitiendo a lo
largo de los siglos.
Aprender a vivir en igualdad es: ¡todo un reto!
[1]
CÓMO COMPARTIR LA VIDA EN IGUALDAD
[2] Subirats,
Marina. Guía para chicos y chicas.
La educación mixta es un mandato legal resguardado en
la ley de educación 26206“ (Argentina)