sábado, 8 de marzo de 2025

Día Internacional de la Mujer 2025



Iniciando estas primeras líneas les proponemos ingresar imaginariamente en un túnel del tiempo, y trasladarnos allá por el año 1857, cuando 129 obreras textiles de la fábrica Cotton de Nueva York fallecieron en un incendio mientras se manifestaban en contra de la extensa jornada laboral, los bajos salarios, y las precarias condiciones de trabajo para salir de ese túnel, a nuestro mundo actual: pleno siglo XXI.


Observamos entonces que, la gran aldea humana está transformándose. El concepto de género –antes desconocido- ha echado raíces, de modo tal que, además de habernos comprometido con la revisión de las categorías tradicionales que definen lo masculino y lo femenino, modifica la manera en que nos entendemos y nos relacionamos entre nosotros.
Muchas de ustedes, con su lucha diaria, han sido protagonistas de esta transformación. Podemos reconocer las huellas de las que nos precedieron, en tantas y tan variadas áreas del quehacer humano.
En América Latina y el Caribe los países reafirmaron una vez más el compromiso de tomar todas las medidas necesarias y progresivas para que los Estados, en cuanto garantes de derechos, aceleren la efectiva implementación de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing y de la Agenda Regional de Género [1]. 

Es cierto que la presencia de las mujeres en los espacios de poder y toma de decisiones ha sido uno de los grandes logros [2]Lo que antes parecía una ilusión—una mujer liderando, dirigiendo, comandando—se ha convertido en una realidad palpable. Este avance no ha sido solo el resultado de la perseverancia de las mujeres, sino también del apoyo de los varones, quienes han comprendido que la verdadera equidad beneficia a toda la sociedad.
Ejemplos de esta transformación lo observamos a nivel global. La idea de que una mujer pueda ser científica, piloto, líder política o directora de una empresa, ya no es un sueño lejano, sino una realidad concreta. En Argentina, la incursión de las mujeres en las Fuerzas Armadas, con hitos como el brevet otorgado a la primera aviadora militar, refleja cómo sectores tradicionalmente conservadores también están siendo transformados por la presencia femenina. Este tipo de logros nos recuerda que, aunque el camino hacia la equidad es largo, cada paso cuenta y modifica realidades.  Estos avances son reflejo de un cambio más profundo aún, que empieza en los cimientos de nuestra sociedad: la educación.

La educación ha sido y es el promotor de diversas reformas. Desde las ideas de Belgrano, Rivadavia y Sarmiento, quienes defendieron la necesidad de educar a las mujeres como base para una nación fuerte, hasta las reformas contemporáneas que buscan incluir la perspectiva de género en todos los niveles, la educación sigue siendo una herramienta fundamental para la igualdad.
En las aulas, todos los días se construyen las bases de ese futuro. Los estudiantes de hoy son los que tendrán la responsabilidad de transformar el mundo con una nueva mirada. La forma en que se relacionan entre sí, cómo respetan las diferencias y promuevan la equidad, es clave. Los espacios educativos, como nuestro Liceo Aeronáutico, tienen un papel fundamental en superar barreras que pudieran aún estar limitando el potencial de las mujeres y de la sociedad en su conjunto [3]. 

En ese sentido, es de destacar que algunos temas como la antigua división sexual del trabajo, siguen siendo “tamizados”, incorporando también en el análisis el llamado vocacional de cada persona liberándola del corseé que antiguamente restringía tanto a varones como a mujeres a profesiones y tareas específicas. Este cambio es fruto de aportes tanto académicos como jurídicos que movilizan diálogos, que refuerzan convicciones y actitudes que vienen contribuyendo gradualmente a generar entornos más respetuosos e integrados.
Este 8 de marzo, además de valorar las equiparaciones obtenidas, es un día muy especial para reafirmar el compromiso de seguir construyendo un futuro donde todos, también mujeres y niñas puedan crecer y desarrollarse en un mundo más justo y equitativo, como el que todas soñamos.  

Sitios webs de referencia:
[1]. https://www.cepal.org/es/comunicados/paises-america-latina-caribe-se-comprometieron-acelerar-la-efectiva-implementacion-la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing y de la Agenda Regional de Género
[2]. https://www.unwomen.org/es/digital-library/multimedia/2020/2/infographic-visualizing-the-data-womens-representation
[3]. https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/educacion_inclusiva_fundamentos_y_practicas_para_la_inclusion_0.pdf

jueves, 27 de febrero de 2025

Las primeras universitarias latinoamericanas


En Latinoamérica, el acceso de las mujeres a los estudios universitarios se produjo a partir de la década de 1880 y también la carrera de medicina tuvo un rol protagónico. Fueron cinco los países latinoamericanos que incorporaron mujeres a la universidad en el siglo XIX: Brasil, México, Chile, Cuba y Argentina.


Germán Rama (1987) caracteriza a la política educativa llevada a cabo en América Latina por dos aspectos centrales: la expansión en la educación elemental en el marco de una función socializadora dirigida a la homogeneización de la población alrededor de un conjunto básico de códigos y valores y el desarrollo de la enseñanza media y superior dentro de una orientación humanística y enciclopedista destinada a la formación de élites dirigentes.
El debate acerca de la educación femenina tuvo también lugar en la Latinoamérica decimonónica. Las mujeres habían cumplido un importante rol en las luchas por la independencia: organizaron veladas y tertulias, principalmente las de clases medias y altas, que tenían  carácter  sociocultural  e intelectual  y que  ofrecían  un lugar de encuentro propicio para  reuniones  políticas;  prestaron  servicios en hospitales de campaña; intervinieron en numerosas escaramuzas  disfrazadas  de hombres; actuaron como espías y correos, tomando partido y apoyando decididamente las luchas por la independencia" (Sánchez Korrol, 2004).
La educación,  al  tiempo que  constituía  uno de  los  principales  reclamos femeninos, contribuía a fomentar  la conciencia  feminista.   Lavrin (1981) sostiene  que "los cambios en la situación de las mujeres  en  Argentina se deben principalmente al ímpetu de las mujeres instruidas de clase media". Sostenemos que las primeras universitarias constituyeron, con sus reclamos y producciones escritas, un importante antecedente de los estudios de educación y género.
La educación de las mujeres en Latinoamérica, según Miller (citada por Sánchez Korrol, 2004) debe considerar entre otros aspectos, la historia de las ideas sobre la educación femenina y esta historia fue importante desde mediados del siglo XIX.
Es  en  este  contexto  de  debate  de  ideas, que  las  mujeres  iniciaron  su  búsqueda  de  educación universitaria en Latinoamérica, casi medio siglo después de que las norteamericanas lograran hacerlo. No les resultó fácil ya que,  la educación universitaria estaba destinada a la formación de elites dirigentes.
La primera mujer latinoamericana que obtuvo su grado universitario fue Augusta Generoso Estrella, que se graduó de médica en la Geneva Medical School, en Estados Unidos (más tarde llamada universidad Hobart). Esta joven, como tantas otras de diferentes países, decidió viajar para acceder a estudios que les estaban negados en su país. No fue la única brasileña que estudió Medicina en Estados Unidos, también lo hicieron Josefa Águeda Felisbella y Mercedes de Oliveira.
El primer paso importante para  que las mujeres también pudieran  acceder a la educación universitaria, fue la creación de institutos de educación media para señoritas. Sin duda, los cambios económicos y culturales y las legislaciones vigentes constituían marcos que posibilitaban el acceso de las mujeres a los distintos niveles educativos.
En 1877, el  Ministro  de  Instrucción  Pública de Chile,  Miguel  Amunátegui,  dictó  el  decreto  que permitía a las chilenas ingresar a la universidad. En ese país, ingresaron a inicios de la década del 80 dos jóvenes  a  la  carrera  de  Medicina:   Eloísa Díaz   y   Ernestina Pérez.  La primera se licenció en Medicina  y  Farmacia   el  27  de  diciembre  de  1886  y  pocos días después, el 2 de enero de 1887 obtenía   e l título  de  Doctora  en  Medicina  y  Cirugía, transformándose  en  la  primera mujer de América del Sur en obtener un título en una universidad latinoamericana. El 6 de enero se graduó Ernestina.

Matilde Montoya
Durante ese mismo año, obtenían su título universitario Matilde Montoya, mexicana y la brasileña Rita López, ambas en medicina. Estas dos mujeres tuvieron que enfrentarse a las restricciones de la época y mostraron una firme voluntad de estudiar. Matilde Montoya, excelente alumna en la escuela primaria, fue rechazada en el examen de selección en la Escuela Normal por no tener la edad requerida para el ingreso, que era de dieciséis años. Ante el rechazo, su madre la impulsó a estudiar obstetricia, por lo que se matriculó en 1870 en los cursos de obstetricia de la Escuela Nacional de Medicina. Graduada, trabajó en el Hospital de San Andrés, donde se entrenó en operaciones de pequeña cirugía. Trabajó también en forma privada en Puebla llegando a tener una importante clientela, lo que le valió críticas. Esto la decidió a continuar sus estudios y en 1887 recibió el título de médica cirujana.
Por su parte, Rita López se matriculó en la Facultad de Medicina de Bahía. 
En la actualidad,  puede  observarse  como  la  emancipación, la  cooperación,  la  equidad,  la compatibilidad con el medio ambiente,  se han convertido en aspectos esenciales del desarrollo humano.
La educación  superior en particular  está  destinada  en primer lugar, a fomentar una  cultura  que  tome  en  consideración  la  equidad  entre  los  sexos, con  miras  a  promover el desarrollo humano sostenible y la paz.
No obstante, es todavía necesario seguir realizando acciones que estimulen una mayor  participación femenina  en el campo científico y tecnológico.